Nunca es el mejor día para abrirle la puerta a la muerte. Nunca quieres ponerte zapatos y hacerte cargo del peor momento de tu vida. Lo curioso es que, tarde o temprano, todos tendremos que ser parte de ese timbre: el que suena cuando te estás duchando, cuando no hay nadie más en casa, cuando solo tú puedes abrir la puerta.
“Tuve que abrir la puerta al dolor”
Llegó sin aviso, como un edicto municipal en papel reciclado: sin firma, sin anuncio previo. Lunes por la mañana, un día en Galicia. Y mi querida Maki se murió en mis brazos.
En mi negación, en ese intento desesperado de comprobar que Dios me ama, le rogué a mi novio que nos llevara a la veterinaria. Pero en ese instante supe que no solo había abierto la puerta al dolor, había dejado entrar el castillo entero. Estuve cargando por treinta minutos el cuerpo hermoso de mi perrita.Mis lágrimas humedecieron su pelaje hasta que mis pies, descalzos, sin su revestimiento cotidiano, empezaron a helarse.
Me pidieron salir de la sala. En ese momento entendí que ya no estaba afuera: había entrado al castillo del dolor, esa nueva realidad que no pedí, pero que ahora es mía.
—¿Tienes duelo migratorio? —me preguntaron una vez.
—No lo sé —respondí.
Extrañaba mi cotidianidad, sí.
Pero mi casa no era un espacio físico, era ella.
Maki.
Ella representaba todo lo que debía tener a mi lado. Su mirada, su lenguaje silencioso del amor. Han pasado dos semanas desde que ya no está en este plano. Hay días malos y días regulares.
Cada día es una tarea: entrar al castillo y aprender a convivir con el dolor.
No es fácil.
Veo a muchas personas que extrañan a sus padres, madres, hermanos.
Y también a sus mascotas.
La escritora Rosa Montero dice que para que un animal sea tu amigo, debe pesar más de 30 kilos. Menos de eso —dice ella— no es amistad.
Bueno, tal vez tenga razón.
Porque Maki pesaba solo 8.8 kilos.
Y no teníamos una amistad: teníamos una hermandad.
No era su madre. Quizás ella era la mía.
No lo sé.
Solo sé que con Maki tuve la relación más hermosa de mi vida.
Amor puro, verdadero.
Solo verla dormir y soñar era como meter mi corazón en un spa. Hoy no tengo a quién abrazar diez veces al día. Nadie me saca a pasear al parque. Extraño recoger cacas y preguntarme si necesita algo más.
Este sábado es mi primera exposición en España. En una bodega, en La Rioja.¡Wow! Qué sueño tan hermoso, cumplido. Mi novio ha planeado una excursión por la zona, y yo no podría estar más… des-emocionada. Es decir, lo estoy. Pero des-vanecida. Porque la pena me impide caminar dentro del castillo, solo lo contemplo desde el vestíbulo.
Maki pesaba 8.8 kilos,
pero su ausencia me pesa una tonelada.
Una grieta se ha abierto en mí.
Me he roto. Pero de cada cristal saldrá una nueva combinación. No sé qué, pero saldrá. Hoy, desde las afueras del castillo, contemplo el camino que me toca transitar. Prometo entrar algún día.
Prometo izar la bandera. Pero hoy… me quedo aquí, contemplando el
que castillo aún me da miedo habitar.
Me quedo aquí con el viento, con la ausencia, con su nombre en la boca,
y el corazón en el suelo.
Escribe lo que sientes, no dejes de expresarte. Crear es parte de sanar.
Gracias por leerme
Un trazo,
Pame
Menta Days
Lloré. Lo siento mucho.
Pame querida, es impresionante como has logrado plasmar tu sentimiento a través de este relato. Yo también he tenido una vínculo como el que has tenido tu con Maki con mi yegua Dinastía. La extraño todos los días, pero ya aprendí a vivir con su ausencia. No hay palabras de consuelo que te pueda ofrecer pero si un fuerte abrazo.